El técnico asturiano le conoce bien porque estando en Mapei recomendó su fichaje. "Le vi disputar el Open de Mountain Bike Ciudad de Oviedo y le fiché. También hablé con José Antonio Hermida, pero no cuajó. Cadel Evans tenía mucha calidad, pero era un corredor de mountain bike. Al principio no sabía ir en pelotón. En cuanto a los abanicos, no sabía ni lo que eran. Ahora es distinto, este año terminó segundo en el Tour y ahora va tercero de la Vuelta".
Cuando Mapei se deshizo, fichó dos años por el T Mobile y después otros dos por el Davitamon Lotto. Finalmente este año está militando en el Predictor Lotto donde está considerado uno de los mejores corredores del momento para una gran ronda por etapas. Ya no necesita que el director le explique desde el coche lo que ha de hacer para ir en carrera, cuando debe atacar y que desarrollo ha de utilizar.
Sus compañeros de equipo cuentan que es un tipo peculiar. Cuando entró a formar parte del Mapei, estaban todos los corredores reunidos en el comedor y entonces llegó él. El director lo presentó y él, por todo saludo, dijo: "soy Cadel Evans, australiano. Voy a ganar muchas carreras para vosotros porque soy muy bueno".
Sin embargo, en el pelotón no tiene buen cartel. Frecuentemente tildado de 'chuparruedas', los que le conocen bien aseguran que está cargado de manías y supersticiones. Fuera de las carreras suele tocarse con una gorra roja porque asegura que le da suerte.
Aunque nació en Katherine, al norte de Australia, ahora se ha afincado en Suiza, en la población de Lugmore, con su esposa Chiara, una pianista de este país con la que convive desde hace dos años. La quiere incluso más que a los libros de Tintín de los que es un apasionado lector. Le encantan los coches (tiene un Mustang de colección) y tiene un par de fobias: los fumadores y la gente negativa.
En los hoteles no suele participar en las jocosas tertulias de sus compañeros, sino más bien se esconde en algún rincón del salón, con los auriculares en las orejas, concentrado en la carrera correspondiente con la ayuda de la música de REM o de U2. Eso cuando no está junto al autobús del equipo, rodeado de bicis, ruedas y coronas y a la greña con los mecánicos.