Hubo un momento en el transcurso de la etapa de ayer en el que quizá alguien pudo sorprenderse al ver que no estaba en los primeros puestos del grupo principal. Todo tiene su explicación. No tuve ningún desvanecimiento, simplemente me quedé unos instantes un poco frio bajando el puerto de primera antes del Aspin y para nada me he puesto nervioso.
Cuando te quedas frío, no es que estés débil es que te cuesta más trabajo subir el pulso al estar el músculo frío, pero enseguida he vuelto a coger buena temperatura y sin problemas.
El estar en la parte de atrás del grupo estaba motivado por eso. Además también se encontraban allí Menchov y Satre. Fui poco a poco remontando hasta llegar a la cabeza. Una vez en ella mi equipo comenzó a tirar, marcando un buen ritmo.
En cuanto a reclamar la presencia del médico en carrera, sólo fue para que me pusiera hielo en el gemelo al tenerlo inflamado un poco, pero no hubo nada más.
Por otra parte, ayer Cadel Evans sufrió una caída; estaba un poco más adelantado que yo en el grupo y la vi perfectamente . Y es que la velocidad a la que rodamos es alta. Casi sesenta y cinco por hora en muchos tramos. Las caídas es la parte más negativa que tiene este deporte. Unas veces le toca a uno y otras, a otro. Es rara la etapa en la que no se produce alguna y, como recordarán, yo mismo la sufrí hace unos días.
No olvidemos que ya hemos cubierto la primera semana de carrera y las fuerzas van disminuyendo lentamente. En la etapa de ayer, con todos esos puertos, venga a subir y bajar, y rodando en muchos casos a velocidades bastantes altas, ¿qué se puede esperar? Vuelvo a repetir que esto es el Tour y su grandeza brilla en cada jornada. Todo depende del trazado y del discurrir de la etapa.
Riccó es imprevisible; está demostrando que está muy bien y ayer fue el más fuerte. Atacó, abrió hueco y ganó una gran etapa.
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