lunes, 28 de julio de 2008

Alejandro contento con sus dos etapas obtenidas pero con la espinita del Tourmalet


La última etapa del Tour terminó y felizmente con el triunfo de otro corredor español, Carlos Sastre. Atrás quedan veintiún días de intenso pedaleo durante tres mil kilómetros más o menos en los cuales hubo emoción, esfuerzo, sacrificio, tensión, alegría, dolor, tristeza, cansancio y satisfacción.

Con el de ayer cumplo mi cuarta presencia en esta carrera. El año de mi debut no se podrá olvidar nunca el triunfo que conseguir en Courchevel al entrar por delante de Lance Armstrong. Lástima que me vi obligado a abandonar por una lesión de rodilla. En el segundo año me fracturé la clavícula por una caída y no puede llegar tampoco a París. En la tercera sí acabé. Conocí a fondo los Alpes y los Pirineos y lo que son las tres semanas del Tour, que siempre son más duras que las de la Vuelta, y vi que podía ir mejorando poco a poco. Quedé sexto.

Este año he hecho noveno, pero ha sido bonito llevar el maillot amarillo durante dos etapas y ganar la primera etapa. Mis compañeros de equipo realizaron entonces un gran trabajo para intentar mantener el jersey amarillo, que perdí en la víspera de la primera crono.

Sufrí entonces la caída y tuve molestias importantes en una pierna y un brazo, lo que afectó a mi rendimiento en los Pirineos, con noches de dormir poco. El día del Tourmalet las piernas no me respondieron y, no sé por qué, y me cayeron bastantes minutos. A medida que avanzaba la carrera me fui encontrando mejor, pero ya había perdido demasiado tiempo para aspirar al podio.

Sobre todo, el día del Alpe d'Huez me encontré con bastantes fuerzas, pero no salí a por Sastre y luego me arrepentí.

Me alegro del triunfo de etapa de mi compañero Luis León Sánchez y tengo que lamentar la caída de Óscar Pereiro, que fue una baja importante para los últimos días de la carrera.

Mis próximas citas, la Clásica de San Sebastián y Pekín.

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