martes, 29 de julio de 2014

La agridulce historia de Valverde en el Tour


El objetivo del podio en la ronda por etapas más importante del mundo llegó a convertirse en una obsesión para Alejandro Valverde. Durante años sobrevoló las primeras posiciones del Tour de Francia sin alcanzar la gloria en los Campos Elíseos. En 2014 parecía hacerse realidad tras haber luchado de forma vehemente por cumplirlo pero, finalmente, el sueño se fue desvaneciéndose poco a poco en el horizonte.

Con todo, podemos estar muy orgullosos con su actuación a lo largo de estas tres semanas donde ha demostrado que sabe afrontar como pocos las grandes vueltas. Haciendo gala de la madurez que le llevó a ganar la Vuelta a España en 2009, así como a alcanzar el podio de Madrid en las dos últimas temporadas. En esta ocasión no hubo derrumbes, ni grandes minutadas en meta. Simplemente vimos a un Bala más sólido y capaz de mejorar sus anteriores resultados finalizando cuarto en la clasificación general, algo que hay que valorar mucho.

La suerte, tan esquiva siempre, le respetó en esta edición aunque en su justa medida, eso sí. Antes de entrar en los famosos tramos de adoquines de la quinta etapa sufrió una caída sin consecuencias físicas aunque su compañero Rojas le tuvo que ceder su bicicleta (de menores medidas) para acabar los 60 kilómetros que aún restaban. A pesar de tal suceso, sacó ventaja con respecto a todos sus presumibles rivales exceptuando a Vincenzo Nibali, que cabalgaba hacia el amarillo. La jornada más peligrosa, la misma que le costó el abandono al pasado vencedor, estaba salvada con creces.

En los Alpes nos encontramos al mejor Valverde, agresivo y prudente a la par. Mientras Nibali asentaba su liderato, el ciclista español controlaba a sus más directos adversarios por el podio con entereza. Sólo un desafortunado percance al romper Pinot su cambio le hizo perder tiempo en Risoul. Pasado el primer gran bloque, y con la ambición de los campeones, llegó a asegurar que no se conformaba con el segundo o el tercer puesto y que lo seguiría probando. Y así fue. En el Port de Balès el Movistar lanzó la mayor ofensiva realizada por un equipo en este Tour logrando hundir a Van Garderen y Bardet para apartarlos de la pugna por el podio. Pero en aquel primer gran puerto pirenaico Pinot dio un golpe sobre la mesa presentando su candidatura al poner en apuros al grupo de favoritos. Éstos se reagruparían en su totalidad en la bajada camino de Bagnères-de-Luchon por lo que no habría diferencias pero el órdago estaba lanzado.

En los complicados días posteriores Peraud confirmó su disposición para desbancar a Valverde, aguantando el tirón del líder de Astana, mientras que Pinot por detrás le ponía en aprietos. Definitivamente el maillot amarillo se escapaba para un Alejandro que comenzaba a mirar en su retaguardia más que en otra cosa. Gracias al impecable trabajo de sus compañeros (Ion Izagirre y Jesús Herrada, en especial) minimizaría las pérdidas pero la brecha estaba abierta y los franceses lo supieron aprovechar igualmente en la etapa reina. Sin embargo, en la última jornada de alta montaña se aventuró a cambiar el orden establecido lanzándose a todo gas en el descenso del Tourmalet, como queriendo librarse de los fantasmas de aquel nefasto día de 2008 donde perdió todas sus opciones de ganar en un recorrido muy similar a éste con final en Hautacam. La sorpresiva quedaría reducida al plantarse en el llano y en la última ascensión se cumplirían los peores presagios. Valverde no podía resistir el ritmo de los mejores y se bajaba del cajón de manera irremediable. Con calma trató de no descuidarse en exceso para mantener sus opciones de cara a la contrarreloj. Las diferencias quedaron muy apretadas para jugarse el todo por el todo en el decisivo asalto en Bergerac.

Tras alzarse como campeón de España de la especialidad, encaró la crono con absoluta confianza en sus posibilidades a pesar de partir con desventaja. Aún siendo 54 kilómetros de esfuerzo, el trazado (que había reconocido con anterioridad) parecía favorable para sus condiciones y así nos lo hizo saber. Pero había que remontar y la presión se antojaba máxima. Para colmo de males las piernas no parecían acompañar y pronto dejaron claro que el goteo de tiempo perdido en la última semana no era sino fruto de la fatiga extrema acumulada en una de las ediciones más duras en cuanto a ritmo y climatología que se recuerdan en años. Pinot y Peraud no daban su brazo a torcer y Valverde vio esfumadas ya desde el primer punto intermedio sus posibilidades. No dejó escapar, no obstante, la cuarta plaza ante Van Garderen o Bardet en una contrarreloj que, no llegando a ser muy mala, quedaba lejos de los niveles necesarios para discutir la supremacía de los anfitriones. Las puertas del Olimpo se cerraron ante sus ojos sin compasión una vez más.


Desde su debut en 2005, el paso por el Tour no ha sido precisamente un camino de rosas para un Alejandro que, por diversas circunstancias que todos conocemos, se alejó de los lugares a los que parecía predestinado. A pesar de todo, la ilusión nunca se apagó y el ciclista murciano lo siguió intentando una y otra vez hasta demostrar al mundo que era capaz de disputar esta competición con todas las de la ley. No en vano, se trata de la mayor motivación que ha encontrado a lo largo de su carrera deportiva, el motor de su corazón para aspirar a las máximas cotas. Muchos aseguran que si hubiese dejado a un lado julio desde hace tiempo para afrontar con garantías el resto de la temporada su palmarés sería inigualable. Pero no hay que andar buscando historias alternativas porque Valverde siempre tuvo claro cuál era su objetivo y, sin mucho margen a la discusión, los más grandes tienen que estar en las mejores carreras. Tampoco vamos a descubrir el legado (aún inacabado) que dejará uno de nuestros deportistas más laureados.

Quizá nunca vuelva a tener una oportunidad como ésta, o quizás sí. Nunca se sabe. Pero lo que damos por sentado es que al Bala le quedará un buen recuerdo de su paso por el Tour de Francia cuando deje de pedalear porque disfrutó como nadie de sus hazañas e hizo vibrar a la afición con ello. Aún así, siempre tendrán ese matiz agridulce de haber estado tan cerca de la gloria y no poder rematar el trabajo en ninguna ocasión. Por nuestra parte sólo nos queda felicitarte porque quien lucha por sus sueños y se deja el alma en ello merece todo el reconocimiento. Lo importante es que sigas sonriendo y consiguiendo grandes victorias como nos tienes acostumbrados. Puedes estar muy satisfecho.

¡Grande Bala!

Fotos: Movistar Team

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